El escritor argentino César Aira, autor de una obra compuesta mayoritariamente por numerosas novelas breves, en pocos años se ha convertido en un autor de culto en España, como lo es en su país. En dicho extenso corpus, de variado paisaje, se produce un extraño fenómeno: la proliferación es refractaria a la repetición.
En efecto, Varamo en una inconfundible obra de Aira, pero irreductible a cualquiera de sus libros anteriores: es la sorprendente, hilarante, magnífica historia de un «escribiente de tercera» panameño que, un día cualquiera, tras cobrar su sueldo y después de una serie de insignificantes vicisitudes domésticas, acaba la tarde escribiendo «la celebrada obra maestra de la moderna poesía centroamericana: El Canto del Niño Virgen». Lo curioso es que, en sus cincuenta años de vida, Varamo «no había escrito un solo verso, ni se le había ocurrido ningún motivo para hacerlo». De modo que, entre otras cosas, la nouvelle es una irónica alegoría sobre muchos conceptos categóricos de la institución literaria y crítica: la vocación y la inspiración del poeta, el genio que súbitamente se manifiesta y la necesidad de darle a ello un contexto histórico, nacional, psicológico, estético. Pero Aira va mucho más allá, convirtiendo todo ello en una formidable parodia de las expectativas que todo texto narrativo genera, y haciendo de la situación inicial del relato un desafío a su propia capacidad de fabular: planteado el pathos del hombre que de la noche a la mañana se ve tocado por el genio, ¿cómo narrar su acontecer, dónde encontrar los indicios? ¿O será que «el genio» es siempre una formulación a posteriori, una consecuencia de nuestra cultura mitómana?
En esa impresionante capacidad para imponerse desafíos e inventar las soluciones más originales, en el filo entre la verosimilitud y el absurdo, como si el escribiente Bartleby reapareciera y se desdoblara entre el personaje poeta súbito que escribe una obra definitiva y el propio autor de esa casi imposible ficción, Aira vuelve a sorprender con esta ficción inclasificable.
Original y divertida hasta la risa del pensamiento, en la senda de Raymond Roussel, Macedonio Fernández, Calvino o Georges Perec, es la clase de libro que exige un lector cómplice para poner en marcha su irresistible juego.